lunes, 17 de marzo de 2014

LA HIJA DEL PATRÓN




Soy Eduardo, trabajo todos los días en "Las Amapolas", una hacienda reconocida en el norte del país.
Tengo 23 años, mi piel es morena mi cuerpo muy delgado. Mis brazos y piernas están definidos en músculos firmes gracias al trabajo esforzado que llevo en la hacienda. Me gusta traer el pelo corto, ya que es un poco rizado y a veces me siento ridículo con él. Me la paso todo el día con el ganado que pasta en las montañas y ya por la tarde a los quehaceres que aún faltan. No me gusta mucho ir a la casa del patrón porque allí vive Sandra, su hija.
Sandra es como una potra salvaje que gusta de galopar todo el día y después retozar entre las flores... Nos parecemos mucho y los dos amamos el campo tanto que pasamos el día entero entre sus pastos y veredas.
Sandra tiene 26 años, su piel es tan morena como la mía, pero tiene un brillo especial así como bronceado, su cabello lacio y largo espesa la trenza de lado que acostumbra tener siempre.
Los expresivos ojos negros que tiene se adornan de pestañas gruesas y negras que junto con su prominente boca me quitan el aliento. Todo su cuerpo me sobresalta, es una mujer verdaderamente preciosa.
El pasado jueves tuve un encuentro riquísimo con ella en medio de la nada entre las aguas dulces del río.
Había estado casi toda la mañana cuidando del ganado y ya pasado el medio día el rebaño de animales comenzó a bajar para tomar agua a la orilla del afluente. Bajé junto con los animales... Y allí estaba ella; sentada en una piedra a la orilla del río.
Casi instintivamente me oculté entre los árboles para poder observarla sin problema.
Chapoteaba sus pies en la corriente fresca del río, el agua salpicaba sus piernas y gota a gota escurría por su suave y delicada piel. Llevaba un vestido azul muy claro; de tela delgada y vaporosa, corto y arriba de la rodilla, de escote pronunciado y tirantes flojos que resbalaban por sus brazos. Su piel radiante reflejaba los rayos del sol que le lanzaba el agua, era casi una aparición.
Me quedé en silencio para observarla, pero ella se percató de la presencia del ganado y supuso que yo pronto llegaría. Aunque me buscó con la mirada no logró verme y se levantó de aquella roca dichosa que había sostenido su delirante trasero. Despacio avanzó hacia dentro del agua hasta que la misma le tocó las rodillas, se agachó y mojó su trenza, su cara y sus exquisitos senos. Con sus dos manos acumulaba suficiente agua para empaparse toda de pies a cabeza; entonces su ropa mojada se le pegaba al cuerpo redondo y suculento que tiene y traslucido dejaba ver la belleza de sus encantos femeninos. Tanto los pezones enormes, duros y oscuros así como la pancita suave que limita su ombligo. Retrocedió fuera del agua solo para quitarse la ropa lo hacia como si supiera que yo la observaba, con lasciva y tentadora alevosía.
La podía ver de espaldas, mojada en su totalidad con su trenza escurriendo agua tan sexy y caliente como nunca Sandra metió las manos bajo la diminuta falda de su vestido y comenzó a bajar con delicadeza los calzoncillos que llevaba; despacio los depositó sobre la misma piedra que sostenía su redondo trasero minutos antes.
Luego de forma lenta y seductora regresó a su vestido y bajó el cierre tan lento que enloquecía... se notaba su piel desnuda y fresca. Deslizó su vestido por su piel, descubriendo su espalda y su cintura color canela. Se deshizo totalmente de su prenda y también la puso sobre la roca. Dejaba ver su cuerpo de espaldas desnudo, húmedo, caliente. El diablo con forma de mujer se me había aparecido. No podía evitar entonces tocarme y acariciarme observando la tersura de Sandra. De forma malévola ella sabía que la observaba escondido en alguna parte... Sabía que estaba atento a sus movimientos y a sus gestos, impaciente por saber que haría y aguantando las ganas de ir allí mismo y poseerla.
Mantenía mi boca abierta al mismo tiempo que mis ojos dilatados seguían sobre el cuerpo perfecto de Sandra, la prominente hembra que observaba deshizo su trenza y soltó su pelo negro y después de un buen rato decidió por fin darse vuelta. La había estado admirando de espaldas, había adulado su redondo trasero y escudriñado con tacto su delicada cintura, había admirado como su esbelta espalda formaba un surco al medio para terminar sensualmente en el inicio de su cadera.
Si por detrás era hermosa, por el frente era la perfección de mis fantasías, la impresión de la mujer ideal, y la revelación del deseo carnal; su piel de color parejo y de brillo uniforme destellaba la lozanía propia de su edad, su cabellera larga y mojada se depositaba excitante sobre sus pechos y su ombligo enmarcaba ese abdomen regordete que temblaba cuando caminaba, al tiempo que daba pasos tenues dentro del agua sus piernas largas y torneadas se disponían una frente a otra enredando su vello púbico, su vello negro y escaso que ornamentaba su cochito delicioso. Conocedora de mi presencia Sandra dibujó una sonrisa en su rostro y comenzó a tocar su esplendoroso pecho, de manera sugestiva los tomaba entre sus manos y los escondía todos en ellas. Pellizcaba sus pezones enormes y los volvía a bañar en el agua del río... Remojaba y mordía sus labios rojos. Volvía al tiempo su mirada al otro lado del río y sonreía excitada de igual manera que yo. Adentrada en lo profundo del río comenzó a nadar.
Despabilado y al fin dueño de mis emociones logré despertar del embrujo que causaba su desnudez en mí y me descubrí de entre los arboles para dejar que Sandra me viera. Avancé lentamente hacia el lugar donde nadaba despreocupada, y austero la saludé; - hola señorita, el agua esta tan rica como se ve?
Sandra regresó a verme y sonrió antes de contestarme de forma cautivadora, - ya viste que si, o acaso no has visto nada? deja de perder el tiempo y ven a sentir que rica esta el agua....
Dijo la hija del patrón, y fijó su mirada en mí esperando una respuesta; ni tardo ni lento me puse de pie y comencé a desnudarme también. Primero la delgada camisa que cubría mi espalda del sol y al final los pantalones viejos que acompañaban mis pasos por las montañas. Mantenía mi erección y a pesar de que ella me intimidaba mi verga estaba mas dura que nunca, deseaba que me mirara y que se percatara del manjar de tipo que iba a comerse.
Así fue, al quedar totalmente expuesto sin ropa ante la sensual Sandra, ella puso sus ojos sobre mi pito erecto y volvió a sonreír una vez más. Me adentré en las aguas del río al encuentro de la nena mas rica que había visto hasta entonces; y al llegar a su lado experimenté una mezcla de excelentes emociones... Nuestra piel mojada y resbalosa hacia corto circuito, y el contacto con su piel bajo el agua me parecía exquisito. Ella estaba tan cerca mío que se me antojaron sus labios y apresuradamente la besé disfrutando cada rincón de su boca... Yo sentía un éxtasis profundo al tenerla desnuda en mis brazos, jadeante, besando y mordiendo mis labios.
De pronto tomó un pequeño impulso y enredó sus piernas en mi cadera presionando mi pene, si dejar de besarla la tomé fuerte de la cintura y la sumergí conmigo en el agua; debajo de ella su piel se sentía tersa y fácil de acariciar... La punta de mi pito se sentía hirviendo y cuando se la acomode en la concha la sentí tremenda y apretada... Emergimos del agua conectados en un coito delicioso; Sandra tiraba de mi pelo y yo le succionaba las tetas esperando nunca me la pudieran quitar.
El campo cómplice de nuestro arrebato y el río partícipe de nuestra lujuria.
El liquido travieso jugaba con nuestra piel y la sensación de frescura que daba el agua a nuestros cuerpos nos hacía delirar; dentro del río era mas fácil manipular sus piernas y su trasero, pesaba menos y apretaba mas.
Aun poseído por su boca y por sus gestos, solo podía observarla a pesar de que se movía suculenta sobre mi verga... No podía creer que me estaba cogiendo a la hija del patrón. En cambio Sandra, se contoneaba frente a mí disfrutando y dejando que la viera disfrutar del momento.
Abierta de piernas, enredada en mi cintura, hacía su espalda atrás y me dejaba ver esos grandiosos senos enormes, con su respectivo pezón oscuro engrandecido, duro... Cerraba sus ojos y apretando los labios dejaba salir un gemido; luego se acercaba a mi rostro y después de besarme gemía mas fuerte cerca de mi oído... Se estaba recreando en mi pito como toda una experta.
Cuando al fin lo asimilé decidí darle todo el placer que esa hembra pudiera soportar, devorar sus tetas sería poco, quería comerla toda de un bocado.
Tan concentrada estaba de gustando mi cuerpo que cuando la desprendí de mí, ella se sorprendió y desconcertada me miró a los ojos, mientras yo poco a poco me sumergía debajo para encontrar la conchita que aguardaba en las aguas para ser hurgada y encontrar la valiosa perla.
Debajo tomé sus piernas y las puse en mis hombros, tambaleó un poco pero luego encontró de que sostenerse, hecho eso comencé a lamer su cocho regordete, mantuve la respiración y metí mi lengua caliente en su coño. Ella me halaba el pelo y rasguñaba mis orejas.
Desde el fondo lograba escuchar como se quejaba, Sandra resultaba ser una verdadera mujer, de esas que no les da miedo disfrutar.
Después de eso salí del fondo acuático y la patrona me beso cálidamente y tomó mis brazos para ponerlos en su cintura al tiempo que me daba la espalda...- dame por detrás Eduardo. Me decía de manera suplicante y pegando sus nalgas a mí dejó que aprisionara con mis manos sus senos ardientes.
La sensación del agua fría y de su cocho caliente al mismo tiempo hacían retorcerme de gusto, era tan extraño y delicioso ese sentir.
Para poseerla desde esa posición tuve que ayudarle a subir y sostenerla de su pecho para lograrla equilibrar, Sandra se derretía en gritos y yo me daba permiso de morder y chupar su espalda, todo estaba rítmicamente lujurioso cuando ella me pidió que la soltara y hundió su cuerpo hacia adelante y dentro del agua agachando su culo para dejar entrar más mi pene... Con esa movida terminé pues al doblar ella de esa forma su cuerpo me hizo gancho en el pito y la gocé más, así que empujé cada vez más rápido para terminar dentro de ese cochito delicioso que tal vez no volvería a disfrutar.
Al final Sandra se desprendió de mí y enjuagó su cuerpo una vez mas; y sin dejar de sonreír salió del río para vestirse. Nos mirábamos fijamente, y sin decir nada recogió sus cosas y se perdió entre la vereda que lleva a su casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario