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Somos un matrimonio de 39 y 40 años de edad, respectivamente, ella es bajita, muy poco llenita, güerita, de busto talla 34B, lleva su panochita completamente depilada, sus labios vaginales son delgados y rosados, en fin, muy sabrosa para mí, además que a últimas fechas, le gusta vestirse muy sexy, con falditas mucho más cortas y en ocasiones, se le alcanza a ver el nacimiento de sus ricas nalgas.
La historia inició cuando, al igual que muchos hombres, tenía la fantasía de compartir a mi esposa con otro hombre pero nos casamos muy jóvenes y ella es de costumbres muy anticuadas, por lo que siempre me decía "jamás se acostaría con otro hombre". Después de diez años de matrimonio, le empecé a contar mi deseo de verla teniendo sexo con otro pero como todas y muchos, ya saben la respuesta, me decía “estás loco, ¿qué te pasa?, ¿acaso ya no me quieres?, ¿crees que soy una cualquiera, una puta de la calle?” y toda esa letanía que a muchos nos han dicho, aunque luego comprobé eso de “el que persevera, alcanza”.
Cuando estábamos en plena acción de sexo y ella bien caliente, le comentaba mi deseo y me preguntaba si estaba seguro de dejarla coger con otro, cuestionándome si no me darían celos de verla montada en otra verga y gozándola, le respondía que no, que ese era mi más grande deseo. En ese momento, me decía que sí, que sí se iba a dejar coger pero que yo estuviera presente porque no iría sola, por miedo de estar con un desconocido.
Total que hace un par de semanas, estaba trabajando fuera de la ciudad, ya tenía casi un mes que no llegaba a la casa, solo hablábamos por teléfono y nos calentábamos, ella me decía que ya ardía en deseos de coger, que ya regresara porque no aguantaba más. Cuando me decía eso, le proponía que buscara a alguien con quién coger, incluso proponiéndole que fuera con el vecino, con el hijo del vecino, con el repartidor del agua, con el de la carnicería, en fin. También le preguntaba si se le antojaba coger con alguno de ellos pero me contestaba que no, que estaba gordo, que estaba muy flaco, que estaba muy chavito, que estaba calvo y un montón de cosas que no le gustaba de cada uno de ellos.
Después, le decía que me calentaba imaginarla subiendo las escaleras, cuando iba a abrirle la puerta de la azotea al que recargaba el tanque estacionario de gas mientras él subía atrás de ella, viéndole la tanga, o me la imaginaba caminar delante del repartidor de agua, estando con unos mallones blancos casi transparentes, en los que se le notaba su tanguita, o se le asomaba el triangulito de la tanga en la parte de atrás. Con esto, ella se calentaba y me decía que la próxima vez, se les insinuaría, para ver si querían cogérsela y casi a diario nos calentábamos de esa manera hasta que me dijo que ya no aguantaba más, que por favor ya regresara, aunque nada más una noche, para que me la cogiera y luego, me fuera a seguir con mi trabajo.
Fue ahí cuando le contesté que sí pero que como estaba muy ganosa, no la dejaría del todo satisfecha, así que le señalé que necesitaría ayuda y para mi sorpresa, me respondió que sí, que consiguiera a alguien para al fin, realizar ese trío que tanto quería pero me pidió que fuera alguien que no nos conociera. Enseguida puse un anuncio en esta página y aunque con el temor que no fuera a conseguir a alguien, o que fuera a pasarme como a muchos que han escrito aquí sus historias, que terminan con un final muy desagradable, aún así lo puse.
Nos estuvimos mensajeando con Fernando, luego le pedí que le llamara a ella y le dijera que quería ayudarnos a realizar mi fantasía. Total que al fin nos reunimos, la idea era pasar a un bar, a tomarnos unas copas y a platicar, después irnos al hotel pero resultó que como ese día que nos citamos era domingo, el bar cerraba a las 10 de la noche y ya eran las nueve y media, así que pasamos por él a una estación del Metro y como no encontraríamos algún bar abierto, acordamos ir al hotel pero primero, llegar al bar un rato, ya en el hotel. Como ya tenía una reservación, le pregunté a Fernando si le parecía mejor que pasáramos a la habitación, ahí pidiéramos unas copas, lo que aceptó.
Ya en la habitación, nos sentamos, él y ella en las sillas junto a la mesita y yo, al borde de la cama, enseguida pedimos unas copas, luego otras para relajarnos un poco, pues la verdad, me sentía tenso pero en ningún momento me arrepentí, ni sentí celos, ni algo por el estilo pero no sabía cómo empezar, incluso me metía al baño y me tardaba para ver si él se animaba a acariciarla, o algo así pero nada. Ya habíamos platicado quién sabe de qué tantas cosas y nada de avance en el inicio para el cachondeo hasta que al fin me animé, parándome junto a la silla, donde estaba ella y le empecé a acariciar el cabello, luego le desabroché el brassiere y así, con risas nerviosas, comenzamos a acariciarnos y posteriormente, a desnudarnos.
Después, le empecé a mamar los pechos, que resultaron ser su punto débil y se calentó en un dos por tres, incluso empezando a jadear, creo que por un momento, se olvidó que estaba Fernando ahí. Luego, me acosté en la cama y ella se ubicó entre mis piernas, mamándome la verga, lo que hace delicioso y en lo que hacía eso, le acariciaba sus pechos y le pellizcaba los pezones hasta que en un momento que quedó hincada, al borde de la cama y con el culo levantado, Fernando se acercó y le empezó a acariciar su panochita, que para ese momento, estoy seguro que ya estaba escurriendo.
Luego de esas caricias, él metió su cabeza entre las piernas de ella y se la empezó a mamar, escuchándose cómo absorbía sus jugos, al tiempo que ella gemía, movía más sus nalgas y me la mamaba con más ganas. Pasados unos minutos, él se fue desvistiendo hasta quedar completamente desnudo mientras ella seguía en lo suyo, dándome una tremenda mamada; por su parte y ya también desnudo, Fernando se dio la vuelta para recoger un condón y se lo puso, dándonos la espalda. Cuando se volteó, ¡ah, bárbaro!, pude ver su semejante verga, no sé cuántos centímetros le medía pero era mucho más grande y más gruesa que la mía. No sé por qué pero eso mismo decimos todos del que se cogen a nuestras esposas, que la tenía bien grande pero este Fernando sí que la tenía grande y gruesa.
A continuación, se le fue acercando por atrás y guio su tremenda verga a la entrada de esa panochita, que sólo yo me había cogido hasta ese momento y que ahora, se tendría que abrir al máximo para darle cabida a ese tremendo tolete. Al momento que él le dio el primer empujón, ella pujó y se hizo hacia adelante cuando sintió el piquete, luego vino otro intento y lo mismo, incluso hasta se sacó mi verga de la boca, creo que para jalar aire y aguantar la siguiente embestida.
Tal vez fueron dos o tres intentos más hasta que se la fue metiendo poco a poco y ella ya no se metía mi verga en la boca, solo abría y cerraba sus ojos, sintiéndolo y al parecer, disfrutando cada centímetro de verga que Fernando le metía. Ya que la tuvo toda adentro, se escuchaba el golpetear de sus bolas en las nalgas de mi amada esposa, continuando así hasta que ella empezó a moverse, empujando sus nalgas al encuentro de una siguiente estocada que Fernando le daba, entonces volvió a meterse mi verga a la boca y a seguir mamándomela, aunque por momentos me lastimaba, casi me mordía, creo que era cuando la lastimaba esa vergota.
Ya caliente, ella movía sus nalgas para todos lados, sabía que Fernando no aguantaría mucho semejantes movimientos, pues conozco muy bien cuando mi querida esposa está gozando y sabía que le estaba dando unas exprimidas con su panochita a esa tremenda verga que de un momento a otro, terminaría por vaciarle su leche. Obvio, no me equivoqué y bastaron unos minutos más para que él se vaciara dando tremendos bufidos, luego se quedó unos segundos adentro, luego le sacó la verga, se retiró el condón y se acostó. Así como ella seguía de “a perrito”, me le puse atrás y se la metí sin tanto protocolo, enseguida ella le agarró la verga a Fernando y se la metió a la boca, creo que en ningún momento dejó de estar parada.
Mientras ella se la mamaba a Fernando, me la cogía agarrándola de sus caderas y le daba estocada tras estocada, más y más duro hasta que me vine dentro de sí, no fue abundante mi venida pero fue delicioso verla así como la tenía, empinada y cogiendo mientras Fernando disfrutaba de su boquita mamadora. Ese día, nos la cogimos dos veces más cada uno pero lo que más me encantó fue cuando Fernando estaba acostado y ella le volvió a mamar su verga, después se le montó y se la fue clavando solita; de vez en cuando, levantaba la vista al techo de la habitación, como esperando que ya fuera el último centímetro que se le metía pero no.
Cuando apenas tenía la mitad adentro, ella levantó sus nalgas, como queriéndose zafar de esa verga que no terminaba de entrar en su rica y apretadita panochita; en ese momento, me imagino lo rico que Fernando sentía cómo le apretaba la verga con su panochita. Luego de unos instantes, la agarró de la cintura y la jaló hacia abajo, quedando por fin bien empalada y ella pujó delicioso cuando quedaron sus nalgas pegadas al cuerpo de él, incluso se quedó inmóvil, jalando aire y apoyándose de sus piernas, luego fue levantando poco a poco sus nalgas y las bajaba lentamente, jalando aire y repitiendo la acción.
Después de tres o cuatro repeticiones en forma de sentadillas, ella ya se movía como licuadora, sacándole algunos bramidos a Fernando, al tiempo que él le acariciaba sus pechos, que colgaban en su cara, de pronto se los agarró y se los metió a la boca, causándole que se prendiera mucho más. Yo veía fascinado todo eso, al fin podía ver a mi amada esposa como muchas veces la había soñado, bien empalada, cogiendo y gozando una tremenda verga, viéndola feliz, ¡qué delicia!, ¡qué escena!.
A final, me quedé dormido, ella se quedó en medio de los dos y cuando desperté, sólo abrí los ojos y vi que mi esposa estaba volteada hacia él, pues Fernando le mamaba sus pechos, haciéndola gemir, así que esperé que se le montara nuevamente, o él se le subiera, le abriera sus piernitas y levantándole sus pies a la altura de sus hombros, se la metiera y volviera a taladrar mi rica panochita pero no, se dieron cuenta que ya había despertado y no siguieron. A continuación, nos bañamos, luego nos cambiamos y salimos, pasando a dejar a Fernando cerca de su casa y en el trayecto, nadie dijo algo.
En cuanto él se bajó, Telma me empezó a acariciar el pene sobre el pantalón y me dijo que quería más, que cogeríamos llegando a la casa, luego se sacó una bubi y me la ofreció, enseguida me estacioné por unos segundos y se la mamé, con lo que se calentó al instante y quiso abrirme el pantalón para mamarme mi pene pero no la dejé. Luego, nos enfilamos a la casa y en menos de diez minutos, ya estábamos entrando y en plena sala, cogimos hasta que terminamos, después subimos a nuestra recámara, donde ya acostados y tranquilos, comenzamos a platicar de cómo nos habíamos sentido en esta nueva experiencia.
Yo estaba feliz, ella satisfecha y me dijo que en un principio, le había lastimado esa vergota pero que después, le gustó tanto que quería más y que en ningún momento, a Fernando se le puso flácida su verga, que en todo momento la tuvo súper dura. Quiero volver a repetirlo, verla ensartada y moviéndose en esa verga, fue mucho más de lo que me imaginé.
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